Descubre los mejores trucos para reducir la factura de la luz tras el invierno

Estamos ante una situación en la que la energía doméstica es cada vez más cara y, lo que es peor, no
parece que vaya a abaratarse a corto plazo. Con el último gobierno, la factura eléctrica se ha disparado
y para muchas familias el gasto de electricidad y/o gas se ha convertido en una parte demasiado
grande de su presupuesto mensual.

Hasta tal punto se ha vuelto la situación preocupante que los agentes sociales han recuperado el
concepto de pobreza energética: aquellos hogares que no pueden costear un mínimo de suministro
para hacer su espacio habitable.

Pero sin llegar a estos extremos, la mayoría de las personas tenemos a nuestro alcance una serie de
gestos, trucos y estrategias que, sí las observamos con racionalidad y disciplina, pueden aliviar el
monto mensual, o bimensual, de la factura de la luz y el gas.

Algunos de ellos pueden parecer muy obvios, pero no por ello son menos tenidos en cuenta, y en
cambio el hacerlo nos supone hasta un 40% de ahorro sobre el consumo total. Claro que los impuestos
ya son otra historia, pero siempre es mejor restar que sumar.

  1. Revisar la potencia contratada
    En tiempos de bonanza, cuando la crisis no se había cebado con la mayoría de las familias y la factura
    era ‘pagable’, muchos hogares solían mirar poco la potencia fija contratada con el servicio. El
    pensamiento general era que “más vale que sobre que no que falte”, de cara a prevenir picos de uso de
    electrodomésticos en los que podían saltar los plomos. Hoy una potencia mal contratada, es decir en
    exceso para la intensidad de uso que tenemos, puede llegar a doblar el monto de la factura, ya que
    cada tramo se agrava sensiblemente.

No es ninguna mala idea revisar la potencia y valorar si se necesita la que tenemos o bien podemos
bajar al tramo inferior. En el caso de tener un apagón en un pico de consumo -por ejemplo tener la
lavadora, el lavavajillas, la secadora y las placas en funcionamiento-, podemos pautar el
funcionamiento de las máquinas, de modo que no las usemos todas a la vez. Así podremos funcionar
sin problemas con menos potencia.

  1. Consultar si nuestra suministradora tiene alguna tarifa más económica
    Es posible que si lo consultamos, la empresa que nos presta el suministro tenga un elenco de tarifas
    con las que intenta adaptarse a los diferentes consumidores y a la vez repartir el consumo a lo largo
    del día con el fin de evitar la concentración en las hora punta. Puede interesarnos, o no, acogernos a

una de estas tarifas, que suelen cobrar menos por el consumo nocturno o en horas valle. Si nos
podemos adaptar a ella, merece la pena contratarla, pero teniendo en cuenta que el incumplimiento de
la misma se castiga con sobre costes.

  1. Racionalizar el uso de los electrodomésticos
    Cada electrodoméstico tiene su idiosincrasia, pero en términos generales se calcula que un mal uso
    puede acarrear entre un 15% y un 40% de sobre coste en lo que a consumo mensual se refiere.

En el caso de las neveras, se recomienda evitar tenerlas abiertas demasiado rato, no poner dentro
platos acabados de cocinar -y por lo tanto calientes-, configurarlos por debajo de los 4 o 5 grados y los
-16 en el congelador y dejar que se formen capas de hielo, en el caso de congeladores con una cierta
antigüedad.

En las lavadoras rige la ley del máximo relleno; es decir no ponerlas a un cuarto o media carga y
esperar a tener mucha ropa. También usar programas en frío, ya que más del 40% de la energía de este
electrodoméstico se invierte en calentar el agua.
Respecto a la secadora, también se recomienda usarla bien llena y además evitar los programas extra
secos. Eventualmente si se puede tender la ropa y así evitar su uso, mucho mejor.

En cambio sí se recomienda usar el lavavajillas, ya que racionaliza el gasto en agua y economiza
respecto al lavado a mano con agua caliente. Si se suelen lavar los platos a mano con agua fría,
entonces sí es una buena alternativa obviar el lavavajillas desde el punto de vista de consumo de agua
caliente.

Respecto a la cocina, si es eléctrica la más económica con diferencia de un 40% son las placas de
inducción, al menos respecto a la vitrocerámica.

Y parecido ocurre con los hornos, que son aparatos de gran consumo: mejor en un 70% si optamos
por uno microondas si podemos elegir. En caso de preferir o necesitar el horno clásico, es
recomendable aprovechar su uso para cocinar varios platos a la vez. También se aconseja abrirlo lo
menos posible para ver el estado de los guisos -para eso tiene una luz- ya que cada apertura supone un
20% de pérdida de temperatura y eficiencia.

  1. Acostumbrarse a unas ciertas cuotas de frío en invierno
    No se trata aquí de recomendar yogures caducados, como hacía cierto ministro con tan buen tino
    como mala comunicación, pero sí es cierto que nuestro cuerpo es muy plástico y aumenta o baja su
    tolerancia al frío y al calor en función de cómo lo acostumbremos. Hay personas que creen que en

invierno no se debe estar dentro de casa a menos de 24 grados y en verano a más de 22, cuando lo
cierto es que las temperaturas ideales son 21-22 grados en invierno y 25-26 en verano.

Nuestro cuerpo es perfectamente capaz de tolerarlas, y podemos ayudarnos con jerseys,calcetines o
zapatillas de estar por casa si sentimos frío. Por la noche es mejor bajar la calefacción al mínimo, no
sólo por razones energéticas sino también porque el calor nos reseca las mucosas y nos deshidrata. De
día podemos dejarla a una temperatura de base cuando estemos fuera para evitar el enfriamiento
excesivo de la casa.

Otra medida es evitar las ventilaciones matutinas prolongadas, aunque nos parezca que la casa huele
“a tigre” o “a cocido”, ya que a lo largo del día esos olores desaparecerán. Y si no, podemos encender
unas velas o usar un incienso suave, que siempre es efectivo. Una ventilación larga nos puede enfriar
demasiado la casa. Finalmente, si estamos en disposición, podemos estudiar qué sistema de
calefacción nos cuadra más.

  1. El aire acondicionado en verano, mínimo a 26 grados
    A mucha gente le cuesta creer que un aire a 26 grados pueda quitar la sensación de calor, pero es así.
    Es posible que esta idea venga de las oficinas con equipos de frío mal dimensionados y distribuidos,
    ya que en esos casos se pone el aire bajo a posta para que llegue a todos los rincones, con serio
    perjuicio de los que trabajan cerca de él. Pero una casa no es una oficina y el aire debe llegar bien a
    todos los rincones.

Por otro lado, es recomendable apostar por sistemas inverter, con un ahorro de hasta un 30% respecto
a las gamas anteriores. También tenemos que pensar que muchas veces, sobre todo en la costa, es peor
la humedad que el calor en sí, por lo que si hay algún programa que simplemente nos seque el aire y
ventile la casa sin enfriarla, es mejor optar por él.

  1. Cuidado con los vampiros energéticos
    Los vampiros energéticos son sumideros de energía domésticos de los que no somos conscientes pero
    que nos elevan la factura de la luz de una manera significativa.

El más famoso de los vampiros es el ‘stand by’ de muchos aparatos apagados, para el encendido
posterior desde un mando a distancia. Se calcula que los aparatos en ‘stand by’ pueden llegar a
consumir hasta el 15% de la energía mensual. Una buena manera de neutralizar este efecto es reunir
todos los enchufes en un portaenchufes con interruptor, que se pueda apagar por la noche y volver a
encender a la mañana siguiente.

Otro vampiro son los grifos con modulador de temperatura, porque si no somos cuidadosos tendemos
a dejar el modulador en el medio, por lo que cada vez que abrimos el grifo gastamos tontamente agua
caliente. Debemos asegurarnos siempre que lo tenemos en el lado del agua fría.

Un tercer vampiro energético son los termostatos, porque muchas veces nos olvidamos de bajarlo
cuando salimos de casa, o por ejemplo cuando ventilamos, con lo que detectan el aire frío de la calle y
se disparan. Debemos prestarles atención y calcular la correlación entre la temperatura que queremos
tener en la casa y la posición del termostato.

Finalmente un cuarto vampiro es el clásico “cliente VIP de la eléctrica de turno”: ese marido,
hermano o compañera de piso que va dejando luces encendidas por donde quiera que pase.

  1. Asegurar los cierres de ventanas y puertas
    En materia de calefacción y refrigeración, y en casas antiguas, este aspecto es muy importante porque
    son verdaderos coladeros de energía calórica. Hay que revisar todas las puertas y ventanas y poner
    cinta de compresión donde veamos que existen escapes y malos cierres. Nuestro bolsillo lo
    agradecerá.
  2. Pintar siempre en colores claros, sobre todo blanco
    Los colores claros atrapan mejor la luz y la rebotan, con lo que precisaremos de menos potencia para
    iluminar las estancias. Además, rebotan la luz solar creando un ‘efecto invernadero’ dentro de nuestro
    hogar.
  3. Sustituir progresivamente las bombillas fundidas por LED
    No se trata de cambiar de golpe todo el alumbrado de la casa por bombillas LED porque todavía son
    muy caras y se calcula que tardaríamos diez años en compensar con el ahorro energético el gasto
    equivalente. Pero sí es una excelente idea aprovechar el recambio de una luz fundida para colocar una
    bombilla LED, cuyo consumo es significativamente más bajo y su potencia lumínica muy superior.

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